Aquel sábado del año 1966 parece que por fin se iba a cumplir uno de los deseos que yo tenía y que más me ilusionaba: conocer El Cerro de los Ángeles.
Fuimos andando por un paseo paralelo a la Base Aérea, que nos llevaba a la Estación Larga, o de Alicante, que así la llamaban. La carretera estaba cubierta de adoquines.
Los automóviles que circulaban aquella mañana no eran muy numerosos. Tenían que detenerse un buen rato en el paso a nivel con barreras que había junto a CASA, esperando a que pasara el tren. Nosotros, los peatones, cruzábamos las vías con mucho cuidado.
Atravesar la carretera de Andalucía no nos supuso mucha dificultad.
Cuando llegué al Cerro, pude comprobar que los vehículos aparcaban a ambos lados de la carretera que subía a la Ermita, donde moraba la imagen de la Virgen de Los Ángeles.
Los pinos no estaban muy crecidos, y todo el perímetro lo protegía una alambrada que impedía el paso.
Años más tarde me contó Manolo Solís, que la última repoblación del pinar se hizo a principios de los años cincuenta y que él y sus amigos participaron muy activamente en la plantación.
El Cerro ha sido y es un lugar de entrenamiento emblemático para todos los atletas de Getafe.
Durante más de cuatro décadas hemos disfrutado de un pulmón de oxigeno excepcional, que nos ha permitido, en un entorno maravilloso, conseguir la forma necesaria para poder competir en multitud de pruebas, tanto a nivel local, como provincial, nacional o internacional.
Conocí a un grupo de jóvenes que se tomaban el atletismo muy en serio. Jesús Fernández Vieira, Jesús Coronel Franco y Román Morales Soto. Ellos serian unos años más tarde los que me apoyarían en la idea de fundar el club Atlético Getafe.
Pocos días después de mi primera visita al Cerro empezamos a ir a entrenar. Quedábamos a las seis de la tarde, después de salir del trabajo.
Tuvimos que hacer una abertura en la alambrada, para poder introducir la moto que yo llevaba, una Lambreta, y las bicicletas de mis amigos.
Han pasado más de cuarenta años desde aquella primera visita al Cerro de los Ángeles. Cuando me encuentro con algunos de mis compañeros de entonces, que todavía siguen corriendo, advierto en sus caras las marcas de la edad, pero todavía conservan la envergadura ligera y enjuta de alguien mucho más joven.
Tuvimos que buscar caminos por donde pudiéramos transitar sin que peligrara nuestra integridad física.
Un fino velo de melancolía soñadora, una espesa niebla sentimental, de emociones secretas se está apoderando hoy de mí…
El contacto con la naturaleza potenció nuestras capacidades. Nos encaminó al descubrimiento de unos sólidos y bien estructurados impulsos reflexivos que todavía hoy permanecen, y que el paso del tiempo no ha sido capaz de borrar.
La naturaleza me encanta, es el último refugio y al estar en contacto con ella conseguimos equilibrio y vigor.
Lo lamentable es que en este mundo globalizado apenas se le preste atención.
Marino Hernández Hernández, realizó en INEF, el 09/05/1976, en la prueba de 400 metros lisos, un tiempo de 53.3.
Godoy, te seguirá fascinando lo que te cuento y te sorprenderá.
ResponderEliminarMuchas gracias
Saludos
Me ha gustado tu blog. Las fotos están estupendas. Lo leeré con calma. Un saludo.
ResponderEliminarEs interesante leer todo aquello que me lleva a unas historias anónimas que sirven para poner de manifiesto en afán de superación de las personas. Siempre me ha parecido algo casi épico, el imaginar a un corredor de atletismo, encerrado en su mundo y sintiendo las gotas de sudor como se van quedando atrás, conforme sus pasos lo alejan a la vez que lo acercan a su objetivo.
ResponderEliminarDescribes un mundo real, olvidado por muchos que me hace pensar en alguna que otra época que corrí como simple aficionado, y en una época muy concreta que junto a un amigo mío, nos entrenábamos para poder participar en la maratón de Barcelona. Llegue a sentirme cómodo, corriendo y mis pensamientos eran mas veloces que yo mismo.
Al final, no participe en ninguna edición. Cosas de la vida.
Un fuerte abrazo.
Estimado y ya querido Blas, tras haber leído tu conmovedor relato en "Los ruidos que había en la calle llegaban vibrantes como flechas en el aire".
ResponderEliminarImaginas la razón de mi conmoción: he pasado toda mi vida en la Universidad y sin embargo, como tú, nunca he podido soportar la altanería de los colegas que "pean por encima de sus culos". Te pongo en castellano esta locución francesa ("péter plus haut que son cul"), que tiene el mérito de ser al mismo tiempo eficaz, maloliente, rotunda e inolvidable, como son las frases emotivas que proceden del terruño
Te felicito por tu entrada en la fraternidad de los jubilatas, donde yo me encuentro desde que cumplí los sesenta y seis, hace ya cinco años. Una de las mayores ventajas de los jubilados es que podemos ocuparnos de las verdades sociales con más diligencia, franqueza y júbilo que los colegas que siguen uncidos al carromato de la carrera, cualquiera que ella sea.
Te ruego que emplees el dolor que te ha producido la altanería de algunos colegas míos, para recordarnos a todos que la altanería es el peor enemigo de la humanidad, puesto que adonde llega ella desaparecen inmediatamente la igualdad y la solidaridad, que son sus señas de autenticidad.
También te ruego que nos recuerdes la importancia del atletismo, en la perspectiva de una visión antropológica psicosomática. Yo tengo una hija investigadora en ingeniería mecatrónica (mecánica + electrónica), que se interesa mucho por este tema, tanto en su investigación universitaria como en su práctica personal. Su tesina versó sobre la visualización de la actividad cerebral en relación con las actividades corporales.
Un abrazo bloguero cordial, desde Bruselas, de un probable primo tuyo, ya que soy dos veces García, en primera y en octava posición, con el agravante de haber conocido desde pequeño el dicho: "De García arriba, nadie diga", que dicho sea sin altanería.